El lugar común de las columnas políticas sobre las elecciones del pasado 5 de junio es atribuir la “derrota” electoral de los gobernadores priístas a la corrupción en sus estados; y por supuesto, la “victoria” panista a la capitalización del voto anti-PRI-corrupción. En este ejercicio nos concentráramos en cuestionar los matices de esos resultados. No soslayamos el mensaje impulsado en las urnas, un profundo descontento con el estado general del país; no es menor que más de un millón de electores hayan decidido no ejercer su derecho a sufragar, si se compara con los procesos electorales previos; pero, es difícil establecer con parámetros mesurables el peso de la percepción sobre la corrupción y de otros factores como la desigualdad, violencia, discriminación e inseguridad sobre las preferencias de la ciudadanía. Por ello, no interpretamos las causas sino cuestionamos a los resultados electorales.
Sobre la contundencia de la derrota del PRI podemos apuntar: En términos absolutos, el PRI perdió votos en todas las elecciones a gobernador, aún en los estados donde ganó la gubernatura. Son Veracruz, Puebla y Chihuahua los casos más pronunciados. Entre estos tres estados el PRI, en comparación con la elección anterior (2010), perdió 1,264,429 votos. Entre los doce estados donde la gubernatura estuvo en juego, perdió un total de 2,090,381 votos. En términos relativos en cinco estados se ratifica una tendencia negativa del Revolucionario Institucional en las tres últimas elecciones de Gobernador. Es Sinaloa el único estado en el que se observa un crecimiento importante del porcentaje de votación obtenida por el PRI pero también es el estado que presentó el mayor índice de abstención, en comparación con la elección anterior 463,304 menos sufragaron por este partido. El análisis reitera una caída importante de electores del PRI.
Al PAN se le atribuye ser el gran ganador. Siete gubernaturas avalan esta posición, pero tendríamos que matizar; el PAN en el conjunto de elecciones a gobernador perdió 1,356,853 votos, en relación a las elecciones de 2010. La caída en la votación menor que la PRI le valió las gubernaturas, desde la óptica del resultado. Puebla y Veracruz los estados donde a pesar de una reducción considerable de los votos, el PAN ganó la gubernatura. Estos datos atestiguan la hipótesis del voto anti-PRI pero también muestran que el descontento con los partidos políticos es generalizado. El PAN cayó en las preferencias, simplemente lo hizo menos que sus competidores en elecciones con mayores índices de abstencionismo que las anteriores, Hidalgo, Quintana Roo y Tamaulipas son la excepción. La estrategia de coaligarse con otros partidos, se presume, rindió frutos; sin embargo, en los estados donde el PAN ha recurrido a coaliciones la caída fue mayor que en el conjunto de elección, 1,502,807 votos, incluidas las victorias. En parte debido a que la estrategia de coaligarse, en algunos casos, responde al análisis de una menor solidez electoral; y al éxito electoral mayor en estados en los que compitió sin coalición, en ellos obtuvo 145,945 votos más que en el proceso electoral previo. Esto no quiere decir que coaligarse sea una mala decisión para Acción Nacional, los estados que ganó en formula con el PRD representan sólo 667,248 votos menos para los candidatos de la coalición. Tamaulipas, Quintana Roo y en menor medida Chihuahua son los estados más exitosos porcentualmente para el PAN, mientras que Hidalgo, Oaxaca y Sinaloa las mayores caídas porcentuales en la preferencia electoral. En términos generales podemos afirmar que para Acción Nacional las elecciones de gobernador en los doce estados que compitieron el 5 de junio representan un éxito en el mantenimiento de su base electoral, que combinado con la caída del PRI explican las victorias. Los datos no permiten en ningún caso afirmar un crecimiento en la preferencia electoral del PAN como algunos han supuesto.
Por otra parte, es unánime la posición que afirma que el PRD es el gran derrotado de la elección. La pérdida de 2,289,742 votos de una elección a otra para un partido con escaza presencia en los estados del norte así lo reiteran. Sin embargo, Puebla, Oaxaca e Hidalgo significan más de la mitad de la caída, 1,621,154 votos, y en estos estados las candidaturas han sido en coalición con el PAN en alguna de las elecciones. Al analizar los resultados del PRD únicamente en procesos que se presentan sin coalición sus resultados no son desfavorables, 152,113 votos extras a los procesos de 2010. Con los porcentajes de votación podemos deducir que en el caso del PRD estamos frente a un estancamiento en estados en los que no tiene presencia importante entre el electorado, y por tanto, dar por válida la posición que asume un debilitamiento de este partido como opción electoral.
Por último, Morena es el caso de mayor complejidad en el análisis porque carece de antecedente. A pesar de lo problemático de la comparación podemos presentar a Morena como una continuidad de los proyectos de izquierda, empleando como antecedente la suma de votos de los partidos que se presentan como izquierda incluidos el PRD, de esta manera, los resultados de Morena son de un crecimiento minúsculo. En el conjunto de la elección habría obtenido 607,628 más que los partidos de izquierda en las elecciones anteriores. Puebla, Oaxaca y Veracruz los lugares de mayor crecimiento. En cambio, sí consideramos a Morena como una alternativa al PRD y se le compara con los partidos de izquierda que no se coalicionaron con el de la Revolución Democrática, su crecimiento es pronunciado, 1,350,076 votos. Los datos colocan a Morena no sólo como la tercera alternativa política del país sino como la primera de izquierda.
En conclusión, las elecciones a gobernador en doce estados del pasado 5 de junio nos dejan como tendencias la caída del PRI, el mantenimiento del PAN como alternativa de gobierno, el estancamiento del PRD y un crecimiento incipiente de MORENA.